Cuando supe que
Minae Mizumura venía a Buenos Aires invitada por el
Filba y Adriana Hidalgo Editora, reservé entradas de inmediato para asegurarme poder escucharla. Soy de ascendencia japonesa pero mi verdadera motivación fue que me había fascinado lo que hizo con
Una novela real (Adriana Hidalgo, 2008).
En su escritura -cuatro novelas y cuatro ensayos-, Mizumura utiliza un rango de estilos, desde la primera persona confesional, con su registro cotidiano y coloquial, hasta la narrativa en tercera persona, con su tono elevado, elegante, más sugestivo. Una novela real pone en juego tres tonos, cada uno con un uso diferente de la lengua japonesa escrita. Una situación así vuelve notorio -y loable- el compromiso que una editorial decide asumir al traducir del original, cuando mucha literatura japonesa traducida al español es versión de una previa traducción al inglés. La traducción directa de Una novela real (de Mónica Kogiso, con Luisa Borovsky) logró conservar la huella de la sensibilidad japonesa y permitirnos así, a través de la literatura, percibir otros horizontes, experimentar otras maneras de ser.
La apertura capta nuestra atención porque la narradora resulta ser la propia Minae Mizumura, quien recibe en Estados Unidos la visita de un joven compatriota que le trae una historia que «necesita contarse», o, más bien, ser transformada en literatura. Así, el libro juega con la supuesta división entre la vivencia real y lo ficticio.S Resulta que Minae, en la adolescencia, ya había conocido al protagonista de aquel relato impactante. Surge una tensión palpable entre el material de lectura y una realidad ajena pero histórica, real.
Una novela real utiliza el modo autobiográfico como primer paso para entrar en la ficción. No se trata de algo tan experimental como Verano de Coetzee, ni de algo tan comprometido con lo veraz como la «escritura del yo» (por ejemplo, En breve cárcel de Molloy, Wasabi de Pauls, o la más reciente Derrumbe de Guebel). La diferencia quizá se encuentre en una variación de los horizontes literarios de cada caso, porque la autobiografía novelada en Japón ha tenido, para la narrativa moderna, un rol más central y fundante que en Occidente. Lo difícil para los narradores japoneses del siglo XX fue forjar un lenguaje literario que pudiera dar a los relatos inventados la misma fuerza que tendría la transmisión por escrito de la experiencia vivida. Fue la ficción lo que exigió revolucionar la lengua en Japón.
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Una Novela Real. Mizumura Minae
610 páginas. Adriana Hidalgo.